martes, 30 de julio de 2013

Viajar en subte, observar, mirar. Bajo para hacer conminación, 3 ejecutivos caminan a mis espaldas. Por lo que hablan son de esos que quieren "la sartén por el mango, y el mango también" dijera M.E.W, no saben para que lado ir, se ve que sus choferes tenían franco.
Vuelvo la cara hacía delante y un señor de unos 50 y pico va escuchando música bailando al compás de lo que suena en sus auriculares. La escalera mecánica, invento para la flojera. Las maquinas siguen apoderándose de nuestros cuerpos, qué diría Foucault sobre esto?
Vuelvo a subir a un vagón, la línea D es verde, pero qué verde? Por qué verde? Por qué D?
Salgo a la superficie, me invaden ganas de escribir, busco una librería y compro el cuaderno donde vuelco éstas líneas y la lapicera con la que escribo.
Los alrededores del Alto Palermo están infestados de publicidades de Play Station que incentivan el sedentarismo y que un aparato puede reemplazar a cualquier ser humano. Seguimos siendo esclavos del enchufe; pero quién, en estos días, no lo es?
Palermo cuna de moda y fashionitud, ojos claros, famosos olvidados y señoras vestidas de domingo. Es de color verde inglés y neblina europea.
Palermo cuna de contrastes, de personas que miran con asco al otro. Un peronista en Palermo, un yanqui en Libia, un soviético en Londres. Hay cosas que no se mezclan.

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