martes, 30 de julio de 2013


Siento que mi mente va a estallar, mi poder de indecisión está tomando el control. Mil agujas atraviesan mi masa encefálica, mil gritos desesperados aturden mi cabeza, el llanto de mil mandrágoras no me dejan dormir. Será que tanta presión por fin resultó en esto? Será que en su intento de vivir su vida a través de mi, resulté un experimento defectuoso?
Escribo estas líneas mientras viajo. Observo el afuera, ese afuera que es mío, es tuyo. Sos vos, soy yo, somos todos uno. La vida es una fotografía en constante movimiento, una cámara con el obturador abierto las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año. Pero toda cámara fotográfica necesita una mano que la maneje; entonces por lógica surge la cuestión de ¿Quién o qué maneja ésta cámara? ¿Qué clase de fuerza se encarga de velar dicho aparato?
En mi cabeza siguen apareciendo interrogantes y ninguna respuesta. Alfonsina Storni alguna vez relató: "Hielo y más hielo recogí en la vida. Yo necesito un sol que me disuelva." ¿Acaso últimamente mi aura es una nube grisácea que no deja que ningún rayo solar me derrita o ilumine?
Mi cabeza sigue estallando de dolor, pero quizá ésta sea la salida, quizá escribiendo halle una cura, tal vez todo esto que no puedo decir (es así, no puedo decirlo, quiero, pero no puedo).
Me bajé del colectivo, caminé, me perdí. Me di cuenta que estaba por el camino equivocado. Será que tengo la costumbre de equivocarme primero para luego retomar el camino que siempre tuve que haber elegido? O también no darme cuenta nunca y vivir caminando pasos que no son los míos.
Siguen apareciendo preguntas y ninguna respuesta.

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