domingo, 28 de junio de 2015

Me sometí a que todas las voces fueran tu voz, a que todas las espaldas fueran tu espalda.
En el Roca a Lanús la vida se mide de a estaciones, latas de birra y rostros cansados.
La maquina del sistema devora cerebros, es el matadero donde se faena la vida. La palabra pierde fuerza y lo especular se torna primario. Hoy ya no somos nuestros, nuestra imagen ya no nos pertenece.
Somos la carne putrefacta, los restos de algo que alguna vez fue un ser corpóreo. El sistema nos devora por dentro sin que nosotros nos demos cuenta, come cabezas y al mismo tiempo las llena de nada. Nos convertimos en un objeto que depende del control constante; todo el tiempo queremos tener el control sobre el otro pero sin que el otro se dé cuenta. Observamos sin ser observados, el panóptico de la vida como la conocemos. Queremos tener el control del cuerpo y de las acciones del otro y sin darnos cuenta ese control se sale de control y nos termina controlando a nosotros.
El sistema come, devora y aniquila. El sistema es despiadado, no perdona. El sistema te viola sin que vos te des cuenta, te pega todos los días, te deja marcas y no las ves.

El sistema. El control. 

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