martes, 7 de enero de 2014

Una tormenta se avecina, se oye el viento hablar entre las paredes, se ve al cielo llenarse de ira, se puede ver las luces celestiales tocar tierra. Abro mis brazos para poder sentir toda esa energía atravesar mi cuerpo y cada centímetro de mi interior. Caen las primeras gotas sobre mi cabeza, alzo la vista y dejo mojar el rostro.
Despierto, estoy en la cama con la ventana de la habitación abierta y medio cuerpo mojado por la reciente lluvia de la noche. Cierro una de las persianas, el ruido del aguacero contra el toldo me desvela, decido prender un cigarrillo (muchas cosas las soluciono prendiendo un cigarrillo, debería controlar eso.), veo el afuera y observo como el el tabaco se consume, como el fuego va quemando hoja por hoja.
Quiero saber que quiero, quiero saber porqué te quiero, quiero saber.
La noche ya esta por terminar, el alba muestra su rostro, la lluvia paró y el cigarrillo ya es ceniza.
Acabo de descubrir que confundí muchas gotas con mis propias lágrimas.

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