jueves, 23 de enero de 2014

A lo lejos la ventana, a lo cerca un verano individual. Después de la ventana sigue el balcón, luego del balcón el vacío. Ahí ya nada importa. Ni vos, ni yo, ni nosotros. Nadie.
La birra ya está caliente y el disco de Los Redondos que puse ya terminó. (Yo me pregunto lo mismo que el Indio, cómo puede ser que te alboroten mis placeres?) Solo estamos el cenicero y yo en plena charla personal, y creemos que es hora de poner otro disco de Patricio Rey y abrir otra botella; la noche aún tira para rato. Puedo apreciar el sonido del silencio, la inmensidad de la nada que me rodea. Salgo un segundo al balcón y apuntó los pies al vacío, miro hacia abajo. La vida de repente se tornó de color pastel y todo es un dibujo animado, todo transcurre a velocidad lenta; las caras de todos se deforman y parecen mascaras de cuero mal hechas. Recién me doy cuenta que mis pies aún no tocan la tierra. Abro los ojos y estoy en la cornisa, tengo medio cuerpo dentro y la otra mitad fuera de la realidad, en ese vacío donde uno ya es nada. Decido volver a entrar al departamento, seguir tomando la birra que dejé abierta y dejar que la rasposa voz de Carlos me endulce los oídos. Entre una cosa y otra le cuento al cenicero que desde que el mundo es mundo el que sabe amar tiene que aprender a sufrir y al que no sabe amar le crece la nariz.

miércoles, 15 de enero de 2014

Últimamente mi mente está repleta de tormentas. Fuertes vientos que soplan, nubes grises, lluvias torrenciales, tardes de siesta, películas sin terminar. Mi mente es una tormenta.
Miro el firmamento, está despejado, sin embargo oigo a lo lejos el ruido de las gotas golpear contra el suelo, puedo oler la tierra húmeda, puedo escuchar pasos apurados a cerrar una ventana para evitar que entre el agua, puedo sentirme a mí recién despierto viendo ver las gotas golpear contra mi ventana y, finalmente, puedo sentir que te fuiste.
Hay un tornado emocional dentro mío (otra vez el vendaval).
Tu voz ya no marca las horas ni mi vida,
tu ira ya no es mía solo tuya, 
tus golpes ya no me llegan.
Tu risa ya no es mi aire,
mi aire ya no es esclavo.
Tu cuerpo ya no es mi prisión,
mi cuerpo ya no es cautivo.
Ahora jugas solo a las escondidas,
yo juego a ser libre.
Empero estimado olvido,
querido amor mío,
vas a ser siempre mi mejor dolor y tormento.

martes, 7 de enero de 2014

Una tormenta se avecina, se oye el viento hablar entre las paredes, se ve al cielo llenarse de ira, se puede ver las luces celestiales tocar tierra. Abro mis brazos para poder sentir toda esa energía atravesar mi cuerpo y cada centímetro de mi interior. Caen las primeras gotas sobre mi cabeza, alzo la vista y dejo mojar el rostro.
Despierto, estoy en la cama con la ventana de la habitación abierta y medio cuerpo mojado por la reciente lluvia de la noche. Cierro una de las persianas, el ruido del aguacero contra el toldo me desvela, decido prender un cigarrillo (muchas cosas las soluciono prendiendo un cigarrillo, debería controlar eso.), veo el afuera y observo como el el tabaco se consume, como el fuego va quemando hoja por hoja.
Quiero saber que quiero, quiero saber porqué te quiero, quiero saber.
La noche ya esta por terminar, el alba muestra su rostro, la lluvia paró y el cigarrillo ya es ceniza.
Acabo de descubrir que confundí muchas gotas con mis propias lágrimas.