lunes, 15 de febrero de 2016

Un día de verano (II)

Sos como las estrellas que en el fulgor y la vorágine de la noche  artificial no se ven y aparecen solamente en la austeridad del campo abierto, abrazandote como un mar helado que acalambra hasta el más mínimo de los músculos. Paralizandote. Sofocando. Una soga al cuello.
Las estrellas.

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