domingo, 2 de noviembre de 2014

Es increíble el poder que puede ejercer sobre mí un domingo de lluvia (ya sabemos lo que implica el domingo, y más con lluvia). Tengo una fijación con las tormentas, la lluvia y los relámpagos (cualquier similitud con el perfume de la tempestad es mera coincidencia); algo del día de hoy despertó eso que estaba dormido dentro mío, las ganas de volcar todo lo que me pasa en unas simples líneas. Quizás es tan grande el berenjenal en el que me encuentro que ni escribiendo puedo descomprimir un poco, quizás enredaste tanto la lana que no se puede volver a formar el ovillo. Sí, fue eso; pateaste todo y nunca volví a ordenar.
Lo curioso de todo esto, es que ni vos estás enterado del desorden que hiciste. Tampoco estas enterado de que te quiero ni que estoy escribiendo sobre vos, pero bueno, algún día lo sabrás o quizá no. Nunca se sabe. Hoy estamos los dos escuchar la misma lluvia y padeciendo la noche del domingo. Bajo el mismo cielo, bajo las mismas gotas, escuchando la lluvia pegar sobre el toldo del patio. Separados, pero sin embargo, juntos. Capaz así deba ser, a lo mejor la distancia es lo que nos une. Esa distancia representa lo único que tenemos. Será así? Es posible un amor donde solamente uno ama y el otro no sabe nada? Eso es amor?
Muchas preguntas y siempre termino en el mismo lugar. Vos. Me encantaría saber en que lugar estoy yo.